Capítulo 6
La
cosa estaba complicada.
El
jugador que había cometido la falta se sentía culpable. Por su acción las cosas
se iban a poner como estaban a punto de ponerse. Si no hubiese metido el pié
como lo metió al jugador que derribó, no hubiesen cantado el foul. Entonces,
las cosas no estuviesen como estaban justo en ese momento del penalty.
El
jugador que había fauliado sentía que el arquero le reclamaba con su mirada.
Miraba a los otros jugadores en la banca, e, igual sentía que le hacían muecas
con la boca en señal de reprensión. El director técnico no hacía nada. Estaba
con los brazos cruzados. Y eso significaba para el jugador, un reclamo o como
un clarito reproche.
El
jugador fauliador, en ese justo momento del partido, no tenía confianza para
mirar a las gradas. Aquello le apabullaba. Lo intimidaba. El abucheo lo sentía,
tanto de los que si, como de los que no. Porque unos estaban descontentos por
su comportamiento; y, otros estaban rabiosos por su bajeza.
Sudaba
mucho el jugador que había cometido la falta. Tal vez más que el arquero; o más
que el que iba a chutar la pelota.
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